jueves, 14 de junio de 2007

Xuan de la Ería.- QUE ERA DE NIEVE

Tardíamente, ya tenía catorce años, comenzó con sus primeros conciertos públicos.
El tratamiento de la enfermedad apuntaba indicios de ser positivo, y la música, aquella música que asemblaba desear no ser música, sino silencio, permaneció con su presencia a lo largo de la penosa convalecencia.
Fueron dos conciertos que se adaptaron, precisos, al sentimiento preconocido, quizás prematuro, de la que habría de ser su vida.
El primero, el concierto para violín y orquesta de Samuel Barber. Su inicio en más bien clásico, un allegro melódico. En el segundo, el andante era melancólico, como ella, como todo lo que la rodeaba. Sólo en el tercero, "presto in moto perpetuo", puro exibicionismo de técnica virtuosística, dejó entrever lo que posiblemente en el sin futuro hubiera podido ser. Conmovió por la sensibilidad, la entrega, la expresión de soledad que reflejó su interpretación.
Programaron para el segundo concierto a Walton.
Era también nostálgico el andante tranquilo, que comienza cantando, con un filigraneo sincero, la evocación de lo que ocasionalmente podrá ocurrir, aunque el lirismo del primer movimiento precede al scherzo que más tarde dará paso al "tempo" que anuncia el final de un climax mercurial, dinámico, que recuperará la cadenza inicial, transformada en expresiva orquestación.
María, (hasta ahora no había dicho su nombre), delicado cristal casi tralúcido, creó un inolvidable surco creativo que más tarde serviría de base a la interpretación que otros músicos hicieran de ambos conciertos.

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