domingo, 21 de enero de 2007

Xuan de la Ería-. PASADO MAÑANA, UN DÍA CUALQUIERA DESPUES

Con la mañana aparece el mutismo. Palabra alguna sale de mi boca. Sé que hablando, sincerándome, conseguiré verme libre del terror; quizás llenarme de mi mismo y encontrar la salvación.
No consigo decirle nada. Me levanto, visto mi cuerpo, y salgo al exterior. La mañana está fresca. Una claridad lechosa, de neblina humeante, se levanta entre la escollera y la torre, a mi espalda. Red permanece dentro.
¿Qué decirle?.
¿Nuestro final?.
¿Hasta donde es factible verme libre de mi trauma?. ¿Qué conseguiré con ello?. Supongo que nada. ¿Para qué seguir?. Es mejor continuar como siempre hemos estado.
Navidad. Hace años que no celebro la Navidad?. ¿Cuantos?. No recuedo bien.
Las noticias llegaron aquella tarde. En la bohardilla estábamos Pedro, Rosa, Liverson y yo. Antonio entró jadeante.
-. Todo ha terminado. Dentro de poco estarán aquí. Inútil resistir. Nos han abandonado.
Permanecimos en silencio. Los vencedores estaban cerca, a unos cuantos quilómetros.
-. Nuestros jefes nos han abandonado. Mejor huir a las montañas, hacernos fuertes allí. Lucharemos hasta el final.
Ah, Pedro, siempre mi gran idealista. Maravilloso morir por un ideal. A fin de cuentas, ¿cuántos eramos?. Unos pocos; los demás ya habían comenzado la desbandada.
Sobre la ciudad, silencio de noche. Papeles quemados revoloteando. Los que mandaban han desaparecido del mundo conocido. No importa donde se encuentren.
Emprendemos la marcha; con los otros, con todos los demás. Larga caravana huyendo hacia la frontera; el cielo oscurecido; nieve y lluvia; hatillos al hombro; subiendo lentamente, agotadoramente, entre desfiladeros, nieve, aludes; frío intenso que hiela los huesos; familias enteras a mi lado; heridos, camiones de heridos desalojados del hospital en unas horas; muchachos jóvenes sin brazo o piernas, otros, como yo, castrados; muchos muertos a ciegas.
¿Por qué hemos luchado?. ¿Por qué a nuestra edad somos mutilados de guerra?. ¿Qué hemos conseguido con ello?.
He tenido suerte. En la larga lucha, mientras he pertenecido al grupo, en todas las acciones que he participado, jamás me han herido.
Otros han muerto. Tantos...
¿Qué puedo contarle a Red?
Una familia de ocho personas avanzando en la nieve?. La muchacha, de nueve años y un chiquillo más pequeño renqueando entre las piedras, los cantos rodados, ayudándose con muletas?.
Arriba las montañas, siempre recortándose, como meta añorada de una frontera lejana. Llegaremos, y estaremos en otro país que estará o no en guerra. ¿Por qué no nos hemos quedado?.. ¿Qué nos impulsó a huir?.
El miedo a los vencedores. La muerte.
De nada sirve pensar que ellos pueden estar en las mismas condiciones, que ambos podíamos estar en las mismas condiciones; ellos, huyendo; nosotros refocilandonos.
Ser vencedor, ya es algo. Se sabe desde los tiempos de tiempos.
Vuelvo la cabeza. Es Red.
-. Y bien...
Voy a contarte una historia, Red; voy a engañarte de idéntica manera que siempre me he engañado a mi mismo, con el engaño que amo y en el que vivo.
-. Una noche fui con Aurora a una fiesta. En realidad, era una forma de averiguar qué podíamos atacar en la ciudad.
-.Y?.
-. Nos acercamos a una casa de las afueras. Música de baile. Risas. En su interior hay luces, mientras las casas de los demás son oscuros ojos que observan la posibilidad de encontrar algo para comer. A través de la ventana se ven las siluetas de los que un día serán vencedores. Los opresores siempre están de buen humor.
Aurora llama a la puerta. Se abre, dejando ver el bigote abotargado de un capitán. Deseo decirle que es una locura lo que vamos a hacer, que es mejor regresar al abrigo de las ruinas, entre amigos que sueñan con lo irrealizable, aquello que todos sabemos es falso, pero nos da esperanzas de vida.
Aurora me dio un codazo, indicándome que permanezca en silencio.
-. Tienes miedo?..- inquiere.
-. Sabes que no.- miento.
-. En ese caso, sigueme.
Entramos en el salón. Me presenta al anfitrión, un General. Aurora conoce a todos. Es su labor. Prostituta para muchos; revolucionaria, intelectual a escondidas, pieza clave, fría, para nosotros.
Lucha a nuestro lado. Es capaz de manejar una metralleta y matar a quien se ponga delante, como revolotear con sus pieles en cualquier Club, salón o bar, enterándose de todo; conquistas, ciudades que han caído, las que aún resisten el asedio, el próximo objetivo de nuestra acción. Luchadora; con fe. Eso es nuestra Aurora en el pequeño grupo de resistencia con el que estamos comprometidos.
Me deja en manos de aquél hombre. Por una vez, no sé que decir. Puedo clavar un cuchillo a un traidor, como me he visto obligado a hacer; puedo asesinar, pero no sé hablar.
-.¿A qué se dedica usted?.
He de responder a la pregunta del General. He de inventar algo, dominar el temblor de la voz. Seguridad ante todo; que no se note el miedo; como ante los perros, mirando fijamente, directamente a los ojos.
-. Poca cosa. Colecciono...También me gustan mucho las plantas, especialmente las flores. El reino vegetal es un reino silencioso, admirablemente ordenado, lleno de leyes, de simetría. pero ante todo, tranquilo. En comparación con él, los animales resultan monstruos; y no digamos nada del hombre... Ahora, el más tranquilo probablemente sea el reino mineral.
¿Qué estoy diciendo?. Debo haberme vuelto loco, para hablar como lo he hecho. Una auténtica imbecilidad, eso le he soltado a este pobre hombre. Le miro compadeciéndole, y es precisamente esa mirada la que me ayuda en un impensable acuerdo.
-. ¿Cree haber encontrado su exacta manera de vivir?.
Le observo irónico.
_. Quiere Vd decir, seguramente, si me considero un parásito. No, decididamente, no.
(Es precisamente contra eso contra lo que luchamos)
-. Sólo quería saber si cada noche, cuando se retira a descansar, lo hace con el corazón tranquilo.
Cada noche, cuando me retiro a mi camastro, estoy cansado de oír el tableteo de las ametralladoras en el cerebro. Lo que siento es muerte. Porque a lo largo de ese día o noche he vivido con ella. Pero eso no puedo decírtelo a ti; por eso acabo respondiéndole:
-. ¡Por Dios, General, que cosas tan raras pregunta usted!. No sé que es eso. ¿Se trata acaso de uno de los requisitos de Ibsen?. ¡Tranquilidad de corazón!. Con un corazón tranquilo resulta imposible vivir.
-. ¿Con qué corazón, entonces?.
Me vuelvo. Estoy sentado en un peldaño de la torre. Ha sido Red quien ha interrumpido mi relato con su pregunta.
-. Con el corazón doliente.- le respondo.- Con el corazón que nos pesa como una piedra en el pecho. ¿No lo sabías?. ¡Todo es sueño, falsedad!. Y no sólo eso de con el sudor de la frente, sino también lo demás. Basta para convencerte, por la noche, cuando dejes tus asuntos, que mires por la ventana la niebla que hay afuera; la mar, las estrellas sobre las que indudablemente debe vivir nuestro amantísimo "Padre". Entonces sabrás lo que desees saber. El corazón tranquilo lo tienen solo las personas que cierran los ojos y pueden decir: ¡ ven, querido sueño, envuelveme!.
¡Tantas cosas hemos inventado los hombres para no acordarnos que estamos despiertos!. Dios y los hombres; artes, música, muñecas; nosotros mismos; las guerras, trabajos y máquinas. Pero de nada sirven. El reloj tocará, la aguja avanza, y cada vez nos acercaremos más al país sin sueño.
-. Recuerdo que en aquella ocasión, por un momento, el rostro del General adquirió el aspecto que debía tener cuando dormía; desolado y desnudo, envuelto sólo por un terrible vacío.
-. Es usted un muchacho extraño, fascinante, diría yo.
Negué con la cabeza.
-. No, General. Aun que tampoco soy un parásito. Los parásitos no piensan, y yo lo hago a veces llegando hasta el fin.¿Comprende?. Saber pensar hasta el fin es dura suerte.

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