sábado, 20 de enero de 2007

Xuan de la Ería-. PASADO MAÑANA, UN DÍA CUALQUIERA DESPUES

He caminado por las rocas saltando de una a otra.El mar añil se introducía en ellas formando espumas blancas, finas, que saltaban deslizándose por las asperezas erosionadas. He subido las colinas peladas, marrón, agrietadas, con cardos, chumberas y pitas.
La torre quedaba lejos, pero a medida que me acercaba iba conociendo sus formas sólidas. Es un gran prisma cuadrangular, ligeramente en la parte superior. Las piedras, grandes. cuadradas, con hierbajos creciendo entre ellas; una escalera de gruesos pilares llevando hacia la puerta de un lujo inesperado, completamente de cristal.
Las plantas que la rodean son humildes geranios.
Nadie en los alrededores. He gritado llamando a los dueños. Nadie ha salido.
Sin embargo no está abandonada. No se nota ese abandono clásico de porquería arrojada de cualquier forma, para el agua, los vagabundos, para quien sea, porque no interesa a nadie y nadie ha de ir a recogerlas.
Subo los escalones de piedra. Mis pisadas suenan secas, duras, sin eco, posesivas.
La puerta está abierta. Lo esperaba, por eso no experimento la menos extrañeza. Dentro no hay nadie. En primer término, desde la puerta, puedo abarcar todo su interior; la balaustrada, barnizada, brillante, magníficamente tallada. Bajando unos escalones se llega a la parte que debe constituir biblioteca y salón. Un hogar, empotrado en la pared blanca, funcional, muy bonita. Grandes divanes. Al otro extremo la mesa, redonda, de cristal grueso. Y arriba, sobre un altillo, la cama de bronce rica en detalles, barroca, cubierta por una gruesa piel.
Hay lujo en esta torre que creía destruida. Todo parece indicar un millonario excéntrico viviendo a su capricho. Quizás sea uno de tantos que ha hecho su fortuna con la guerra, pasando de un lado a otro, según soplaba el viento. Sobre la chimenea veo una hermosa colección de pipas. Desciendo los escalones y miro la larga fila de libros. Hay estanterías llenas de ellos. Autores nada vulgares. Prouhom, Proust, Hesse, Sigrid Undset, Heine, Pavesse, Teilhard de Cherdin, Cuénot..
Están colocados en un desorden justamente ordenado. Todos en idioma original, nada de traducciones. ¿Un intelectual?. ¡Ja!. Me río yo de estos intelectuales cómodamente instalados, lujosamente instalados, con ideas contrarias, peligrosas, sin correr peligro alguno porque no tienen que exponerse a él.
En un acceso de furia arrojo los libros al suelo, una estantería, y otra, y otra... Jadeo, me fatigo. Siento que me ahogo. Subo corriendo los escalones, bajo las escaleras exteriores, ¡al aire libre!,¡a respirar el olor salado de mi mar; huyendo de todo ese interior que me ha asqueado!.
Pesa la soledad.
Camino a lo largo de la pequeña playa rocosa. El agua moja mis sandalias. Descalzo, dejo que el agua acaricie las plantas de mis pies doloridos. ¿Qué he de hacer?. El tiempo ha transcurrido, sin que pueda calcular los meses, los días que llevo aquí escondido, apartado de los demás. Sólo la pequeña incursión de contrabandista que he hecho con Luis y su hermano Ginés y los hombres que se reunen a jugar cartas. He de hallar solución a mi comportamiento. Es imposible que viva eternamente esta situación. Vivir algo, algo, algo, algo. Hacer algo...
Desde el primer momento olvidé el tiempo. Olvidé las horas, los días, incluso las noches. Ahora todo es uniforme, claridad y oscuridad; sueño y vida.
He conocido hombres extraños en mi vida; como aquél General que coleccionaba las mascarillas de los muertos que encontraba en su victorioso recorrido.
...El General. Mejor olvidarlo. Va unido a las demás cosas. No conviene recordarlas ahora. Proudhom. Dentro hay un libro. Lo cogeré. No hay nadie a quien pedirlo. Me lo llevaré a casa para leerlo en las noches, largas noches sin dormir, desvelado.
Proudhom, el pequeño burgués muerto a los 56 años, cuando pensaba cambiar nuestro mundo. Su madre había sido cocinera. Su padre cervecero. Sí, sus orígenes fueron, por el contrario a los de Marx y la mayor parte de los reformadores sociales, bien plebeyos. Quizás por eso le tenga tanta simpatía. Si hubiese luchado con nosotros, a nuestro lado, en nuestro grupo, es posible que hubiéramos muerto, si, pero felices.
-. "Je sais ce que c`est la misére. J´y ai vécu. Tiut ce que je sais, je le dois au désespoir..."
Eso escribió él. Un gran filosofo combatiente. Un hombre audaz, luchador, que sentía horror a todo lo que pudiese indicar sistematismo o dogmatismo. Le hubiera gustado ser el gran monitor del pueblo. De ahí nacía su constante deseo de evolucionar, de no permanecer estancado. Fue el gran demoledor de los ídolos del siglo XIX. Un hombre que desde el primer momento proclamó su horror ante toda doctrina erigida en sistema completo y definitivo. "C´est la plus damné mensonge que l´on puise présenter aux hommes".
"Desviación metafísica, religiosa, expresión de absolutismo, de despotismos; de ahí lo que denuncia dentro de sí todo sistema dogmático!.
Escribió a Marx: "Aprés avoir démoli tous les dogmatisme a priori, ne songeons point a notre tour endoctriner le peuple, fût-elle la religion de la raison".
Nadie le hizo caso. Leo en la portada del libro: "L´idée pratique, il l´a. ...Elle triomphera cent ans après sa mort". Lo escribió Sainte-Beuve.
Han pasado los años: Las ideas continúan en sus libros. Nosotros seguimos oprimidos; con problemas burgueses, dándoles importancia porque hemos nacido en medios privilegiados. La guerra ha terminado. Otras vendrán después. Y muchas más. Hasta que nunca descansemos, hasta que desaparezcamos todos como especie.
Las ciudades vuelven a reconstruirse. Posiblemente ahora, en New York, cuando esté amaneciendo, una bonita muchacha escuálida, en traje de noche, avance a lo largo de la acera, mirándolo todo a través de sus ojos siempre nuevos, alegres y esperanzadores. Como en la novela de Capote que he tirado al suelo.
No, los humanos jamás encontraremos solución alguna. Una guerra acabada. Unos años y de nuevo otra. La única forma de exterminación masiva conocida.
Me apodero del libro. Regreso al viejo barco. No deseo ver la casita blanca, inseparable compañera infatigable de la torre. Ya no me interesa. Demasiadas ideas bullen en mi mente. Me gustaría poder darles libre salida, pasarlas a un libro y una vez acabado, arrojarlo a la cara de los hombres, pero es seguro que ese libro jamás fuera leído, y menos publicado. ¿Para qué escribirlo entonces?. ¿Para mi satisfacción persona?. Dudo que la hallase en eso.
-. Entonces, ¿nada?.
-. Nada.
-.¿Lo tiramos por la borda?.
-. ¡Eso, echemoslo por la borda!.

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