viernes, 29 de diciembre de 2006

L´herbolari de la cantonada-. ADIVINA ADIVINANZA

Siempre he pensado que escribir una novela es fácil. A fin de cuentas, basta bolígrafo, papel, y ya está, a narrar cosas que han sucedido en realidad, o bien han nacido en la imaginación. Bolígrafo y papel sonará posiblemente a era terciaria; no obstante, los escritores de verdad, aquellos que he conocido, rompían aguas, antes de dar a luz sus libros, de manera muy diferente, según las épocas, las estaciones, o los instrumentos que en ese momento estaban a su disposición.

(Sigue disquisición).

Capitulo 1

Del bar colindante a mi casa, emana, como cada fin de semana, el martilleo insistente de una música que no llego a distinguir si es "tecno", "máquina", "heavy", o lo que la industria discográfica haya inventado en esta ocasión, para engañar a las masas, haciéndolas sentir más jóvenes, nuevas; modernas.
En este momento, ecléctico, escucho a Roberta Flack y Varón Dandy. Ella canta "The first time ever I saw your face",- "La primera vez que vi tu rostro"-; él, "Tu me pides más".

Recuerdo la primera vez que vi su rostro. Fue mucho antes de encontrarme envuelto en el "marrón" que tuve que resolver. Era alta, casi con la estatura de una supermodelo. Su piel, dorada, resplandeciente, bella.
Entró como una reina, curioseando. No viene a mi memoria que deseaba, pero el caso es que entablamos conversación. Era dominicana. Su nombre, Yasine. Había venido a España con la ilusión de todas las hermosas chicas, ser una modelo de pasarela, hacer "spots" publicitarios, quizás un papelito insignificante en una película.
Hablamos de su país. Yo le conté una anécdota ocurrida durante mi estancia en su tierra.

La hermana de mi antigua secretaria, familia pudiente cuyo padre había sido Ministro en diferentes legislaturas, nos llamó para que asistiéramos a la inauguración de su nueva casa. Aceptamos, emprendiendo vuelo en cuanto nos fue posible. !La casa!. !Cielos santo, era una mansión!. Una especie de "Casa Rosada" con mezcla de "Casa Blanca". Quedé boquiabierto ante tamaño mal gusto. Pero además de ser un "pastiche", el asombro aún aguardaba agazapado, mi
entrada en tamaño engendro.
Fuimos recibidos como príncipes, eso sí. Los criados volaban, las maletas desaparecían, y el desbarajuste entre invitados, felicitaciones, abrazos, y los "mi amor", se sucedían en medio de vertiginosa palabrería. Cuando al fin conseguí llegar a la que sería mi habitación, no experimenté "jet lag". Había alunizado y estaba prácticamente muerto.
Al tumbarme en la cama, mis ojos encontraron, sin estar aún preparados para la sorpresa, así, de repente, con un techo "pompeyano". Ninfas, dioses, angelotes y guirnaldas, rodeaban el habitáculo que debía servirme de descanso, como una enloquecida pesadilla de LSD, que era la droga que en aquella época estaba de moda. Me puse en pié, en un fallido intento de huida. Sin querer, el tacón de mi zapato golpeó algo metálico que estaba bajo el lecho. Pensé: "ya verás, mucho techo pompeyano y en vez de cuarto de baño, estos tienen bacinillas bajo la cama". Con precaución, me incliné, mirando bajo la hermosa colcha de encaje napolitano o de Bruselas, nunca he podido distinguir uno de otro. Allí, recatada, silenciosa, tranquila, no estaba la consabida bacinilla, más conocida por el vulgo como orinal, sino una magnífica metralleta, supongo que de "marca" costosísima, que brillaba acerada, con el destello pecador e incitante de una ramera que ofreciese sus favores a un hombre virgen en tales experiencias. La cogí con la punta de los dedos por la parte delantera, como un mariquita agarra una rata por su larga cola, y aunque la condenada pesaba como nadie puede sospechar, si no ha tenido ocasión de practicar con ella, la llevé medio arrastras hasta la habitación de mi secretaria.
-. Daniela,- dije en tono bajo,.- mira lo que he encontrado bajo la cama.
-. Sí, una metralleta, ya veo. Yo también tengo otra. Caso de ser atacados, ¿cómo diablos pensabas defenderte?.
Y va, y extrae con naturalidad la suya, enpuñándola con al fuerza y actitud de quien está acostumbrada a ella. Mi Daniela se convirtió repentinamente en una "Rambo Trujillana". Así que no me quedó otro remedio que aprender a utilizarla, yo, que en el servicio militar no maté a un Cabo Primera de casualidad, al resbalar sobre los casquillos de municiones y apretar inadvertidamente el gatillo de mi CETME.
Yasine reía con unas carcajadas turgentes, cristalinas, mientras contaba mi aventura.
Fue así como nació nuestra amistad.

1 comentario:

Xuan de la Eria dijo...

Me ha interesado tu visión sobre nuestra eterna amiga.